El pasado 4 de marzo asistí a una presentación de productos italianos. Vinos y conservas fueron los protagonistas de una velada curiosa –al menos para mí- puesto que desconocía las dos variedades de uva presentadas. La historia de la variedad blanca falanghina, propia de Campania, se remonta a la Antigüedad, y está resurgiendo de sus cenizas y aportando valor al sector vitícola –aunque pasó mucho tiempo en la sombra- gracias a las inversiones que el gobierno italiano hizo en la zona tras el terremoto del 1980.
Para aquellos no familiarizados con la geopolítica italiana, Molise es una región que en 1970 se escindió de la de Abruzzi e Molise. Cubre una superficie de 4.438 km2 y tiene una población de unas 300.000 personas. Con una historia que se remonta a muchos siglos, fue una región en la que se dirimieron muchos conflictos y por la cual muchos ejércitos pasaron. Prueba de ello son los muchos castillos que protegían la zona. Historias de batallas… y ahora, historias de vino. La tintilia del Molise, variedad tinta de la recientemente creada DOC Molise (2011) produce unos vinos de capa alta y con marcadas notas especiadas, en especial de pimienta negra, muy aptos para la gastronomía local.
Degustamos dos muestras de falanghina producidas por Masserie Flocco y Cerio Valerio. Blancos con cuerpo y buena acidez que acompañaron bien a dos arriesgados entrantes. El uno a base de queso fresco y el otro una ensalada de canónigos, patata asada, tocino y pasas.
Luego pasamos a dos tintos de tintilia del Molise, de las bodegas Terresacre y Cianfagna. Mucha estructura y tanino moderadamente suaves para acompañar por un lado a una pasta marcada por la acidez del tomate y la calidez del embutido; y por otro a una carne de cerdo con mermelada de higos.
A mí me gustaron particularmente el Flocco en blancos (muy equilibrado); y el Terresacre en tinto (robusto y bastante redondo, aunque sin llegar a la mayor complejidad del Cianfagna).
¡Italia, Italia, Italia! Oigo hace tiempo una voz interior que me invita a que coja un billete y me vaya para allá. La verdad tengo miedo de enamorarme del país, sus gentes y su cultura quedar abducido como los marinos con los cantos de las Sirenas. Por ahora, hago como Ulises.