Visita a la bodega Gutiérrez Colosía (El Puerto de Santa María)


Mayo del 2013

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Cualquier persona que sepa de vinos es en mayor o menor medida aficionada a los vinos de Jerez. Una vez aceptado este «axioma» y empezamos a profundizar en el sector de vinos de calidad producidos en bodegas regentadas y dirigidas por familias, la bodega Gutiérrez Colosía, en El Puerto de Santa María aparece enseguida. Sus orígenes se remontan a 1838. Empezaron como «almacenista» (una imagen empresarial que actuaba como mediador entre el productor y el distribuidor al minorista, que se hacía cargo del envejecimiento de los vinos, para posteriormente venderlos a un mayorista, el cual se hacía cargo del producto hasta llegar al minorista o al consumidor final, un modelo de negocio, bastante parecido a un trabalenguas, que perduraría hasta los años 90 del siglo pasado). Esto cambió en 1997, fecha en la que Juan Carlos Gutiérrez se hizo con la empresa y empezó a vender los vinos directamente al consumidor final. Con este cambio de tornas Juan Carlos ha conseguido situar sus vinos entre lo más alto del marco de Jerez con la ayuda de Carmen y sus dos hijas, que se encargan de la promoción.

Trabajan todo un abanico de referencias. La línea “Colosía” incluye la mayoría de sus marcas. Otra línea, la “Colosía Solera familiar” se centra en jereces muy viejos. También se han hecho cargo de una marca que perteneció a otra bodega: “Sangre y Trabajadero”. Trabajadero es el espacio físico donde se manipulaban las botas justo delante del río (antiguo canal de transporte de los vinos).

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Junto a los tradicionales vinos de Jerez también producen un brandy excelente, poco conocido, pero muy bueno: «Juan Sebastián el Cano». Es profundo, suave como la seda y con un cuerpo muy elegante.

Más de lo mismo respecto al vinagre. “Dime de dónde vienes y te diré quién eres». Podemos asegurar que el que produce Juan Carlos Gutiérrez no desmerece en absoluto a la madre que los ha visto nacer.

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Por último, y no menos importante, me gustaría hacer un inciso sobre la situación geográfica de la bodega. Están justo al lado del río Guadalete, y muy cerca del mar. Esta situación específica otorga a sus vinos una singularidad única, permitiendo que se desarrollen unos aromas muy concretos y que -de vez en cuando- se obre algún milagro, como el que sucedió hace poco y que invalidaba un axioma de los vinos de Jerez: que tienen que ser encabezados. ¡Pues yo tuve la suerte de catarlos directamente de bota con 15º vol y con la levadura vivita y coleando!

Una visita que merece la pena. Se la recomiendo a cualquier persona en búsqueda de experiencias singulares.