Visitar Sanlúcar de Barrameda. Un vistazo a los vinos de Jerez


Mayo 2013

¿Nunca has ido a un sitio en el que te sientes como en casa? En mi caso, sí. Y ese «sitio» es la provincia de Cádiz.

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La simple imagen de sus paisajes, fiestas, vinos y gastronomía hace emerger mis recuerdos. Imágenes de amigos, copas de jerez, un atún fresco, una pausada puesta de sol… el aroma del azahar, de las botas de jerez, del «pescaíto frito»… los sonidos de flamenco en un pequeño bar, el susurro del viento en El Puerto de Santamaría, caballos galopando…

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Estos recuerdos de una tierra conmovedora, llena de vida, tradiciones y tesoros me acompañará hasta el final de mis días… pero mientras tanto continuaré añadiendo nuevas experiencias.

La ciudad de Sanlúcar de Barrameda es una de las coronas de la D.O. Jerez-Xérès-Sherry.  Fue un centro importante de comercio con América entre los siglos XV y XVII. Hoy es una ciudad llena de vida en la que uno puede pasar varios días sin miedo a aburrirse o sentirse sediento. Yo suelo ir cada año, y en cada ocasión aprendo algo nuevo. Tanto si se llega en automóvil o autobús, el visitante puede ver pancartas publicitando algunas de las casas de manzanilla más tradicionales, como son La Guita, La Gitana, San León, La Goya o Solear. IMG_3489

Incluso las piedras del casco antiguo nos hablan de la larga historia de la ciudad, mientras el cielo ejerce de testigo silencioso. Lo primero que uno ha de hacer una vez haya dejado el medio de transporte es acercarse a alguna de las múltiples terrazas y pedir unas gambas, unas ortiguillas (Anemonia sulcata, una delicia local) y media botella de manzanilla.

El hecho que Sanlúcar esté junto a la desembocadura del Guadalquivir y justo delante del Parque de Doñana hace que su clima sea muy particular, lo que aporta una especial delicadeza a sus vinos. La acepción “Manzanilla” es de hecho exclusiva de Sanlúcar, y se debe al particular aroma que tienen los vinos aquí criados, diferente de los finos de El Puerto de Santa María o los de Jerez de la Frontera. Pero Sanlúcar no se limita a producir manzanilla. De sus bodegas sale todo un abanico de vinos de jerez, y uno puede disfrutar de fabulosos tesoros como, por citar solo un ejemplo, el amontillado Quo Vadis.

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Me encanta pasear sin rumbo por el barrio de pescadores, donde siempre acabo recalando en la “Taberna der Guerrita”. Este bar típico, regentado por gente de Sanlúcar, sirve tapas y vinos locales, auténticos, sin sofisticaciones de escuela. Pocos de sus clientes son turistas, a pesar de sus evidentes encantos, y está decorada con fotos antiguas y botellas y carteles de jerez de tiempos inmemoriales.

Menos comensales se percatan que tras el bar se esconde la «Sacristía», un pequeño espacio dedicado a la cata, degustación y venta de vinos de jerez. El responsable es Armando Guerra, un apasionado y activo entusiasta dedicado a la promoción de estos grandes vinos. Uno solo tiene que echar un vistazo a las estanterías para darse cuenta que este pequeño espacio atesora una singular colección de jereces. De hecho seguramente se trata de una de las mejores, por no decir la mejor, selección que uno pueda encontrar en España.

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Armando organiza con regularidad catas de vinos para las cuales convoca a grandes profesionales del sector. ¡Qué lastima que se encuentre tan lejos de Barcelona! Si no fuera por ello pasaría mucho tiempo ahí. En mi último viaje Armando me regaló un libro editado hacía muy poco en Nueva York, un libro que recomiendo encarecidamente a todo aficionado a los vinos de jerez o a cualquier persona interesada en conocerlos: Sherry, Manzanilla & Montilla dePeter Liem y Jesús Barquín.

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Fue estupendo salir de ahí con unos cuantos vinos de jerez y un par de aguas con gas en el estómago. ¡Resulta indispensable mantenerse hidratado durante todo el día si se quiere llegar a buen puerto!