

ACTO II
HabĂamos dejado la narraciĂłn en la grata sensaciĂłn del pepino de mar (espardenya en catalán). Las intensidades -y emociones- iban aumentado con cada nuevo plato. Y ahora le tocĂł el turno a un Bonito: en escabeche de pimiento rojo, donde la salsa del pimiento rojo moderĂł la intensidad y rusticidad del bonito (no apta para todos los pĂşblicos, pero que a mĂ me gusta mucho).
Siguiente vino: Wagner-Stempel 2013 (Riesling, Rheinhessen, Alemania). EcolĂłgico y biodinámico, nĂtido y perfecto, acompañará estupendamente -con su densidad, aroma intenso y con un punto de hidrocarburos- al siguiente plato.
El «Mar» acaba con el Cangrejo real y papada, una delicia construida en capas -dĂgase papada, cangrejo real y piel de pollo frita- que aporta tres texturas y una combinaciĂłn de sabores mágicos. Fue mi plato favorito de todo el menĂş. Una experiencia que me hubiese gustado que durara diez minutos, en lugar de los dos en los que me la comĂ. Para colmo, el Riesling le iba de fábula. Tanizaki hubiese tenido algo que decir respecto a la vajilla empleada. Yo, no. Estaba demasiado ocupado disfrutando del momento.

CARNES
Empezamos con un JamĂłn con melĂłn, donde el melĂłn -presentado como jugo- venĂa acompañado de una tostadita de tartar de ternera con jamĂłn. Una entrada suave, preparatoria, para los platos que habĂan de venir.

Nuevo vino: Guigal CĂ´tes du RhĂ´ne 2016 (Garnacha-Syrah. CĂ´tes du RhĂ´ne, Francia). Muy elegante, de tanino pulido y suave. El Ăşnico tinto que bebimos, y que fue muy bien con los siguientes dos/tres platos.
Tuétano del hueso, almendra y caviar. En una palabra: delicioso. Suave, equibrado y sabroso. El vino, más que acompañar, meció al tuétano. Incluso el caviar, con su punto salino, le daba un «toque» que matizaba el tuétano. El Riesling le iba igualmente bien.
Inciso: increĂble que una delicatessen como es el tuĂ©tano se perdiera como tal desde el Renacimiento. Yo lo comerĂa a diario.
Seguimos con unas Mollejas de ternera a la robata. Un guiño a la gastronomĂa japonesa (robata es el diminutivo de robatayaki, que significa «cocina a la brasa»). Finas, delicadas y sin artificios. El Guigal le va igualmente bien, tanto por intensidad como por complementariedad de texturas.

PARA ESCOGER
AquĂ hubo una divisiĂłn de caminos, pues por un lado yo pedĂ el «pescado del dĂa» (Gallineta a la plancha con una reducciĂłn de caldo marcada por el azafrán), con el que me sirvieron un Dido «La Universal» 2017 (Macabeu-Garnatxa-Xarel.lo. D.O. Montsant) que le casaba muy bien.

Por otro, mi acompañante apostó por el Cochinillo a las dos cocciones (para mi gusto excesivas), que siguió maridando con el mismo tinto de antes.

DULCE
Llevábamos ya veinte platos y nos encontrábamos muy bien. Todo fluĂa, ningĂşn plato habĂa desentonado y los maridajes habĂan sido muy acertados hasta el momento, por lo que la experiencia estaba siendo memorable. Ahora entrábamos en el mundo dulce, un mundo que abandonĂ© hace tiempo y que pocas veces me llama la atenciĂłn. Pero aquĂ estábamos para experimentar e Ăbamos a probar lo que viniera.
Nos sirvieron un Château Lafaurie-Peyraguey 2017 (Sémillon-Sauvignon blanc-Muscadelle. Sauternes, Francia). Intenso al tiempo que delicado. Perfecto equilibrio entre acidez y dulzor. Ya de por sà un postre, hubiese bebido dos copas y hubiese quedado tan feliz, pero ahora llegaban tres platos más, y tocaba «sacrificarse».
Pastel de queso del Montsec. Esta delicia, vaporosa por dentro y crujiente por fuera, casĂł a las mil maravillas con el Sauternes.

Le siguió sorbete de fruta -refrescante y ligero- que limpiaba el paladar para entrar en otro paisaje aromático.
Ăšltimo cambio de vino: Tintilla de Rota – Finca Moncloa- de González Byass (Tintilla de Rota. Vino de la Tierra de Cádiz). Intenso en nariz y boca, equilibrado, con bastante cuerpo y muy sápido. La mejor Tintilla de Rota que he tomado hasta el momento.
Tras lo cual vino la Secuencia de fruta de piñón de Lérida, un snack bien resuelto que casaba muy bien con el vino. ¡Qué poco común es tener la oportunidad de disfrutar de buenos vinos dulces en un restaurante, más raro aún si son tintos!

REPOSTERĂŤA
Este vino tambiĂ©n maridĂł muy bien con el Ăşltimo plato: Orelleta d’anĂs, un pastel tĂpico de la zona basado en frutos secos y anĂs.

Con esta orelleta d’anĂs se acabĂł la sucesiĂłn de platos. Equilibrio, contenciĂłn, ligereza y materia prima en los platos, y precisiĂłn en la puesta en escena, pueden ser el resumen de esta experiencia gastronĂłmica.
Cómo no, acabamos con un café arábiga, muy intenso -aunque demasiado torrefacto para mi gusto.-
Asà acabó nuestro menú. Excelente. ¿Que si yo hubiese preferido algún generoso más? Seguro. Pero lo cierto es que no tengo ninguna objeción a los maridajes planteados.
Fuimos -con diferencia- los Ăşltimos en abandonar la sala, pero la cosa no acabĂł ahĂ. Pasamos al jardĂn, donde nos dimos tiempo para asimilar la experiencia bebiendo un brandy Larios 1866 acompañado de dos puros habanos: Cohiba Robustos y Partagás nÂş 4 serie D.
ÂżHay «peros»? Alguno habrĂa que apuntar, pero son aspectos de detalle para los que ya hay gente que se dedica a nivel profesional. Yo prefiero centrarme en la experiencia positiva que vivĂ -y que recomiendo que viváis-.
En resumen, decir que fue muy buena experiencia. El personal estuvo siempre atento. El ambiente era agradable; el menĂş, muy bueno y ligero; el timing de los platos, impecable; y el maridaje con los vinos, estupendo.
¡Salud!





